Como fotógrafo en Buenos Aires, paso gran parte de mi tiempo caminando por sus calles, observando el ritmo de lo cotidiano y capturando momentos a través de mi lente.

Esta ciudad, a la que tengo el privilegio de llamar hogar desde hace varios años, ha cambiado profundamente durante el tiempo que llevo aquí, evolucionando, reinventándose, pero conservando siempre ese carácter inconfundible que la hace tan única. Buenos Aires nunca se detiene: es un centro vibrante de cultura, arte y gastronomía, donde la tradición y la innovación se cruzan constantemente.

Desde espectáculos espontáneos de tango en San Telmo hasta galerías vanguardistas en Villa Crespo, el pulso creativo de la ciudad está siempre presente. Cada uno de sus barrios cuenta una historia diferente: desde la elegancia de Recoleta a los coloridos murales de La Boca, o los parques de Palermo.

Arquitectónicamente, Buenos Aires es una maravilla. Grandes bulevares, fachadas neoclásicas, detalles Art Déco y torres modernistas coexisten en una mezcla ecléctica que a menudo le vale el sobrenombre de «París de Sudamérica». Más allá de las comparaciones, la ciudad tiene una identidad propia: una historia moldeada por oleadas de inmigración y un profundo amor por la vida expresado en su música, comida y gente.

Buenos Aires tiene una energía difícil de definir pero fácil de sentir. Está llena de historias que esperan ser descubiertas a pie, con una cámara o simplemente por aquellos que se toman el tiempo de mirar con detenimiento.

Para cualquiera que viaje a Argentina, es algo más que una parada en el itinerario: es un lugar que merece ser vivido en profundidad y con curiosidad.